martes, 26 de abril de 2011

Citas célebres


No creo en la llamada de la sangre. La sangre no hace hermanos ni hijos. Conozco hermanos de sangre y padres e hijos que no se hablan o no se respetan.
 Jaime de Mora y Aragón
(1925-1995) Aristócrata español

Varón. Cuarenta y. Español. Casado desde hace cinco años. Residente en el barrio madrileño de Vallecas. Sin hijos. Copropietario de una peluquería y de una casa en las Chimbambas. 

 Fue casi el menor de nueve hermanos, con solamente uno por detrás de él. Su padre, recaudador de Hacienda en una ciudad con restos de muralla, residió durante los primeros años de los 60 en el extranjero (antes parte de tierra patria),  previamente a que se proclamase allí la independencia, con el único objetivo de obtener más dinero que el que habría ganado en España, para dar a sus hijos un futuro mejor (propósito referido en las cartas que envió a su mujer por aquel entonces) y poderse mudar a la capital de España, a fin de que estos estudiasen y no se anclasen en una ciudad de menos de 50.000 habitantes. Mientras, su madre, mujer adelantada a su tiempo, trabajaba fuera de casa, también en Hacienda, a la vez que hacía de madre y las labores propias del hogar con ayuda de su madre, hermana y una cocinera.

 Finalmente, asentada y resignada la familia a la pequeña localidad con la que he comenzado esta historia, unos y otros hijos empezaron a estudiar. Algunos más lejos, otros allí, algunos con mejores notas, a otros les costó más, algunos comenzaron a trabajar, otros se dedicaron a viajar...

 "Raro" por definición de uno de sus tíos, que le acogió en su casa de Madrid durante su época universitaria, él no era mucho de salir, sino de sacar buenas notas en el centro privado donde estudió. Nunca se le conoció una novia, aunque dice la leyenda que tuvo una que se metió a monja. Números y economía ocupaban sus pensamientos, y siempre esa constante en su cara: las gafas de 21.000 dioptrías que le acompañaron hasta que tuvo el dinero suficiente para operarse la vista. 

 Amante de los viajes, los ha organizado de todo tipo, para todos los gustos y edades. LLevó a su madre a pasear por el World Trade Center; convenció a su hermana y a sus dos primas a recorrer Europa gracias al fenómeno del Interrail; planeó, también con su hermana y coincidiendo con el viaje de luna de miel de ésta, el viaje de sus sobrinos a la ciudad del amor y anunció, a toda su familia, la posibilidad de apuntarse a una excursión a las islas británicas para beberse unas pintas en la fábrica de Guinnes.

 Volcado en su pareja, le ayudó económica y físicamente a montar una peluquería en Madrid, en una calle cercana al barrio donde ambos comparten casa. No sin antes, tirar de la ayuda de uno de sus hermanos, durante algunos fines de semana, con los carteles que colocaron en el interior del negocio, además de otros asuntos referentes a cuentas, marketing, etc. 

 Fue padrino de la hija de la mayor de sus hermanas, hizo de profesor de inglés de los hijos de otra de sus hermanas (residente también en Madrid) e intentó, sin mucha dedicación, hacer las labores del típico tío que da la bienvenida a su sobrina(hija de otro hermano) a la capital de España, donde ésta estudiaría y viviría en un Colegio Mayor de la zona universitaria. Llevándola a la peluquería y a comer algún día correspondiente al fin de semana, que era cuando menos ocupado estaba. 


  Uno de los días que su hermano (el padre de aquella sobrina que empezaba su vida en Madrid, y el mismo que le ayudó con los asuntos de la peluquería), le hizo una llamada para pedirle su casa y enseñar a esta niña el manejo de su nuevo portátil teniendo así conexión a Internet... él respondió: "Hay un starbucks en la calle X con disponibilidad a la red"

 Tras morir su padre, en noviembre de 2008, y con líos de herencias, envidias y algunas palabras más altas que otras entre los 9 hermanos... su tío (el que le había acogido en su propia casa años atrás, durante su etapa universitaria) intentó ayudar a poner orden en una familia que comenzaba a deshacerse. El hombre había perdido dos personas muy importantes en su vida, pero, con ello, había ganado en comprensión, cariño y sentido del humor. Su tío no tenía ningún enemigo conocido, había sido un trabajador excelente y era capaz de cambiar de una conversación desde lo más trivial a lo más trascendental en cuestión de minutos. Así, en conversaciones con sus hermanos después de la muerte de su progenitor, el elemento que protagoniza esta historia dijo "A ver si comenzamos a separarnos un poco de los tíos".

 En aquellas conversaciones hubo momentos para recordar a su padre. Los años de éste fuera de España, sus últimos momentos e incluso el tiempo que pasó en la cárcel por un problema de dinero ocurrido en la Recaudación, el año que iba a jubilarse. Gracias a que uno de sus hijos (hermano de nuestro protagonista, concretamente el que le ayudó con la peluquería) movió cielo y tierra, el padre pudo ir a una cárcel menos dura. A la vez, su mujer (y cuñada del de nuevo protagonista de este relato) movió Marte con Saturno para que su suegro tuviese un buen abogado, (debido a su condición relevante en el Juzgado de la pequeña localidad), y que finalmente pudiese acudir a la cárcel solamente a firmar cada X tiempo, sin tener que quedarse a dormir. Sin embargo, en aquellos días, posteriores a la muerte de su padre, nuestro protagonista hizo saber a sus hermanos que: "Ninguno de mis cuñados son santo de mi devoción"

 Hace ya tres meses su madre también falleció en el Hospital donde anteriormente lo había hecho su padre, tras una insuficiencia renal por la que estuvo recibiendo diálisis durante los últimos años de su vida. Tras debatir con dos de sus hermanos si le cortaban o no dicho tratamiento, él pronuncio las palabras de: "Esa señora que está ahí sentada ya no es mi madre".

 A esta muerte también le siguieron conversaciones entre los hermanos, en las que nuestro ya conocido personaje declaró: "Alguna gente se ponía a pasear por abajo de casa y no tenían la intención de subir a ver a mamá", en referencia a su cuñada (la que ayudó a su padre en temas judiciales) y la que pasó los últimos años de sus suegros yendo durante todas las noches a su casa, con la intención de hacerles la cena y acostarles, debido a que la madre de su marido era incapaz ya de hacerlo sola. 

 La sobrina que estudió en Madrid, como él hizo en su día, tenía sus ojos de niña enamorados, cuando apenas contaba con menos de 10 años de edad, de un anillo que solía adornar el dedo de su abuela (madre del protagonista), que no hacía más que brillar gracias al juego que la luz hacía con la piedra que éste portaba. Ella siguió recordando el anillo durante toda su niñez y juventud, a lo que su abuela, sonriente, decía: "Éste te lo voy a regalar". 
 
En el reparto del ajuar, (posterior a estas dos muertes), celebrado en casa de los padres del personaje de esta trama y compuesto de joyas, figuras decorativas, vajilla y algunos márfiles adquiridos por el recaudador durante su estancia en el extranjero... se encontraba el anillo. Lo que el hermano, [que le ayudó en los carteles de la peluquería y, también, padre de aquella muchacha que estudió en Madrid y que encandilada estuvo con la joya (por calificarla de alguna manera, ya que no costaba ni apenas 100 euros)], no sabía es que estaba acompañado por unos pendientes a juego. Ni corto ni perezoso, cuando una de sus hermanas dijo que si alguien tenía predilección por alguno de los bienes que había allí a repartirse, él contó la historia para justificar su insistencia en adquirir aquello. A lo que nuestro protagonista fue el único de sus hermanos que objetó: "No me parece justo. Lo metemos en los lotes que hemos acordado y lo echamos a suertes".
Finalmente, el anillo cayó en manos de la chica… no porque le tocase a su padre, sino porque éste lo cambió con otro hermano por un dupont de oro (de los tiempos de fumador del recaudador… más o menos 30 años antes a su muerte) que a él le tocó en su respectivo lote.

Moraleja: No hace falta ser Jaime de Mora y Aragón, aristócrata español, para que tus palabras queden para la posteridad. A mí las que me han marcado han sido las de un señor más... ¿cercano?

martes, 12 de abril de 2011

"...No omitiré el referirlos..."

" Otra ave sagrada hay allí que sólo he visto en pintura, cuyo nombre es el de fénix. Raras son, en efecto, las veces que se deja ver, y tan de tarde en tarde, que según los de Heliópolis sólo viene al Egipto cada quinientos años a saber cuándo fallece su padre. Si en su tamaño y conformación es tal como la describen, su mote y figura son muy parecidas a las del águila, y sus plumas en parte doradas, en parte de color de carmesí. Tales son los prodigios que de ella nos cuentan, que aunque para mi poco dignos de fe, no omitiré el referirlos.
Para trasladar el cadáver de su padre desde la Arabia al templo del Sol, se vale de la siguiente maniobra: forma ante todo un huevo sólido de mirra, tan grande cuanto sus fuerzas alcancen para llevarlo, probando su peso después de formado para experimentar si es con ellas compatible; va después vaciándolo hasta abrir un hueco donde pueda encerrar el cadáver de su padre; el cual ajusta con otra porción de mirra y atesta de ella la concavidad, hasta que el peso del huevo preñado con el cadáver iguale al que cuando sólido tenía; cierra después la abertura, carga con su huevo, y lo lleva al templo del Sol en Egipto. He aquí, sea lo que fuere, lo que de aquel pájaro refieren."
Herodoto s.V a. de C.

Y a veces es como un gusano, que tan solo sabe arrastrarse. Que sólo se espera de él que se arrastre, sin más, bicho infame, por la arena, la hierba y poder darse la vuelta, sin mucho esfuerzo, si se encuentra sorprendido verticalmente en alguna pared, a tan sólo un palmo o dos del suelo. Más tarde, porque siempre es más tarde, resurge de sus cenizas y ella se convierte en ese Ave Fénix del que escuchó alguna vez hablar y jamás consiguió, ni siquiera lo intentó, ésa es la verdad, sacar de su mente. No era un polluelo, aunque sí lo imaginó así la primera vez... un ave pequeña, pero valiente, con coraje y con alas que le permiten esa fuerza hacia arriba...a bastantes más palmos que el gusano que creyó ser, antes de que fuese más tarde, antes de que ese momento llegase...siempre más tarde.