jueves, 26 de abril de 2012

Dame paciencia, señor

"Dame paciencia, señor" Dicho popular.

¿Seguro que ése es un dicho popular o nuestra generación está marcada por el "lo quiero todo y lo quiero ya, ¡¡lo quiero para anteayer!!"?

"Me apetece ver un capítulo de "Los Malos Malísimos", pero ¿por qué esperar a la entrega del lunes, si puedo descargarlo por Internet?"

"Quiero un trabajar de ministro y me frustro si no lo consigo en dos días", "Pero, ¿Por qué, por qué, por qué? ¡Si soy el mejor, el mejor de mi generación, el mejor del mundo entero!"



"Algún día tendremos que salir de la crisis, ¿por qué no mañana?, no, mejor, ¿por qué no en la siguiente media hora?"

"Intuyo que tengo que ponerme unas zapatillas "guachipleis", para ir a juego con mi amiga Pepita cuando la vea en una hora para tomar unas cañas... ¿Por qué intuirlo, si puedo saberlo por cualquier red social o por mi móvil último modelo quesitedescuidashastatambiénsabecantarconmigounasjotasdemipuebloenversiónrap?"

"¿Para qué mandarte una carta, abuela, para que recordarte que es mi cumpleaños y, así, me mandes en un sobre, como cada año, mis cincuenta euros?, mejor, una llamada, una visita al banco y a las dos horas en mi cuenta"

Dicen que todo esfuerzo merece su recompensa, que la paciencia es la madre de las ciencias... JA-JA-JA y un jamón, señor.

miércoles, 11 de abril de 2012

Dejando huella

"Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar". Antonio Machado



Es tan sencillo como ponerte una manoletina en el pie izquierdo. Pero la izquierda. Quizá por ello tiene su complicación. ¿Alguna vez has caminado a orillas del río Duero, a los pies de Soria, hacia la ermita de San Saturio? Yo solamente una vez, pero creo que te gustaría. No es fácil andar con la manoletina puesta en el pie que no le corresponde, aunque por sus ansias de irse a jugar, a un niño le de igual. Cogí las manoletinas y las tiré muy lejos. Y me descalcé y me eché a correr.


Pero ahí no acaba todo. Porque luego tienes que volver a ponértelas para ir a casa. Y lo haces. No es tan díficil. Todo está en tu cabeza. Simplemente tres pasos: las coges del suelo, las pones en el pie correcto y echas a andar. Tres pasos, ¿serás capaz?







Cuanto mayor me hago, más miedo me doy. "Creo que me estoy conociendo mucho a mí mismo, ando mucho, muchísimo...y voy siempre conmigo mismo". "Quiérete".





"Nada me sorprende ya", "¡venga ya!". Cuánto me equivocaba.