"(...)Resolved lo que queráis, pero afrontando la responsabilidad de dar entrada a esa mitad de género humano en política, para que la política sea cosa de dos, porque solo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar; las demás las hacemos todos en común, y no podéis venir aquí vosotros a legislar, a votar impuestos, a dictar deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la mujer y sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras". Clara Campoamor. El voto femenino y yo.
(...) y volver a traducir del español a
otro idioma, algo a la vez tan difícil y auto sorprendente por lo que la propia
capacidad intelectual de una puede llegar a crear.
Tengo miedo, pero intento
racionalizarlo, leyendo la biografía de la esposa de Stephen Hawcking, que tuvo
que hacerse cargo de las dificultades que le ponían al paso la enfermedad de su
marido, su propia carrera como investigadora, traductora y estudiosa de la
literatura española y francesa, y el cuidado de dos niños pequeños, en esos
primeros años de su matrimonio. Y su perseverancia y calma me insuflan fuerzas,
a la vez que lo hacen otras mujeres que considero también importantes en mi
camino, por esta tranquilidad de la que hacen gala y que tanto ansío para mí.
Hoy, la casualidad de hojear la
prensa matutina me ha llevado a las olvidadas de la Generación del 27, en una
noticia que caracteriza esta generación como una “neutro” de intelectuales,
literatos, pensadores, etc. La mujer siempre relegada a un segundo plano. Y
esto ha hecho que indague aún más sobre algunos autores que sufrieron
calamidades con el comienzo de la Guerra Civil, que asoló nuestro país en los
años 30 del siglo pasado. Evidentemente, el ejemplo más significativo fue el de
Federico García Lorca, porque murió fusilado quizá en el momento cumbre de su obra.
Pero hubo otros, que aunque la muerte no les ha otorgado ese calibre de
protagonismo, también sufrieron penurias, en las cárceles (Miguel Hernández
murió en una de ellas), o en el exilio, como mi, desde ahora admirada, Clara
Campoamor, que logró el sufragio universal femenino en nuestro país; aunque
una medida tan liberalizadora significase el ascenso de la derecha en las
urnas, ya que la mujer que ejercía el voto por aquel entonces era
mayoritariamente conservadora. Contradicciones.
Clara Campoamor tuvo que dejar
los estudios a una muy temprana edad, para ayudar en la economía familiar tras
la muerte de su padre. Pero, incansable de saber, acabó sacándose el Bachiller
y la carrera de Derecho, que finalizó con 36 años. Y llegó a trabajar como
traductora y oradora en Buenos Aires, tras su exilio, y, más tarde, como
abogada en Suiza.
E instruyéndome sobre estas
mujeres es como consigo que las barreras que me encargo a veces de construir a
mi alrededor adquieran la resistencia de materiales ligeros, que suponen su
caída con el más leve de los suspiros.
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