domingo, 15 de julio de 2018

Desaliento

"La nieve, niños, la nieve
baja la nieve.
Por Quintanar de la Sierra 
cantando viene.", Gerardo Diego.

La mente me juega malas pasadas. Y vuelvo a caer. Porque pienso en aquellos pinos, en ese olor a madera, en el atardecer infinito de los primeros días del verano, por encima de las montañas, de colores naranjas, azulados, rojos y violetas. En las excursiones en bicicleta, tanto sola como acompañada, tanto con destino como sin él. Y en otras tantas a pie. A poner en remojo los pies, a coger moras, a bailar con los pinos por el día y con los amigos por las noches, entre tantas risas, tantas confidencias, sobre todo con ellas, con las lagartijas con las que he crecido.

Vuelvo a caer entre esas fábricas debajo de casa de mi abuela que se caen a pedazos, como los recuerdos que intento almacenar en mi mente, de aquellos días en los que estuvieron en pie. Cuando las hojas grandes de algunas plantas eran para nosotras filetes, el serrín era arroz y los tablones de madera, barras de pan. Entre bocadillos de chorizo, de nocilla y de paté aguantábamos toda la tarde, todo el verano y todo el año jugando en aquella prehistoria de las tablets y los teléfonos móviles. Y un día crecimos, pero nunca dejamos de jugar.

Vuelvo a caer en todo lo que un día eran sonrisas por todas esas veces que nos volvíamos a ver, en un campo que no crecía porque no dejábamos de pisarlo: Navidad, Semana Santa, verano, puente de todos los santos y acueductos varios; y en el que hoy crece sin piedad la mala hierba para borrar todas aquellas pisadas, todos aquellos recuerdos.

Y me doy cuenta de que todo sigue ahí. Todo está en mi mente y nada más. Ya no hay tantas lagartijas, ya no se hacen excursiones, ya no hay niños en ese barrio y se han gastado las sonrisas. Por eso escribo esta entrada en el blog después de tanto tiempo ausente. Porque no quiero volver a caer, porque el desaliento, luego, es inmenso.