"Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo solo tendrá una generación de idiotas". Albert Einstein.
Creo que ese día ha llegado y que yo soy una de esos idiotas.
Tecnología pegada al bolsillo todo el día. A modo de almohada. Delante de mis ojos cada 15 minutos. Utilizada para grabar lo más importante que está ocurriendo a mi alrededor. Y también para compartirlo. Tecnología que facilita el contacto con gente que hace semanas que no veo; incluso meses. Y que ayuda a olvidarme de la conversación del que tengo frente a mí, ya sea mi amiga, mi marido o mi madre: "Perdona, ¿qué decías?". Causante de enfados debido a esto. Dañina para mi cabeza, para mi cuerpo e incluso para mis óvulos. Omnipresente. Lo primero que hago al levantarte y lo último antes de acostarme: "Espera, un minuto, ya apago". Mi conexión al mundo. Mi desconexión de lo que sucede entre las cuatro paredes, calles, semáforos o donde coño quiera que esté. Cadenas hechas con teclas y todos conectados en una cárcel, mirando al exterior a través de una ventana que no tiene rejas, pero sí cuatro esquinas.