viernes, 20 de enero de 2012

Máster Lúdico

"Las frías mañanas en la facultad,
tú casi siempre huías conmigo al bar,
y me enfadaba si preferías
el aula a mi compañía.

Sobre la mesa botellas vacías,
qué sano es arrancarte esa risa,
y ahora cambiemos el mundo, amigo,
que tú ya has cambiado el mío".
Ismael Serrano

Hubo una época en la que no había preocupaciones. Nos creíamos unos niños que coincidieron en el colegio. Al menos, en la última etapa del colegio. Un curso. Y todo mezclado: los nervios de aquel que entra en primero, de aquel que acaba de llegar, del que empieza a probar... y de la sensación de estar ya en último curso: que se acaba, vamos a aprovechar. Destino. 13.000 pueblos de España y algunos extranjeros, que eso, decían, daba caché.

Tonteábamos con hipótesis, con argumentos, con definiciones, mil y una teorías, con Huntington y también tonteábamos entre nosotros. Alguno hasta hacía magia. "Aquella mañana de la presentación, al volver a casa le dije a mi compañero de piso: tengo unas compañeras guapísimas".

Sólo importaba el momento. Vivir como si no hubiera un mañana. Hasta dormir nos parecía malo. Se hablaban mil idiomas, pero una mirada en Petschen bastaba para entenderte.



Quemamos Madrid. Dicen que el humo llegó hasta un pueblo de Ávila. Al son de una guitarra llamada artista que no tenía culpa de nada. Y en febrero, junio y septiembre ardieron neuronas en un lugar donde decían que éramos agua. Nos parecía un mundo...y hoy te das cuenta de que no era para tanto. Ni en un sentido, ni en el otro... Bueno, quizá "la muerte" sí. ¡Qué digo!, "la muerte" siempre será para tanto...tal y como su nombre indica.

Y de vez en cuando me pasa, que, cuando me encuentro con alguno de ellos...parece como si el tiempo no hubiese pasado. Estábamos parados, estábamos de pie...en un mundo aparte. Una caña y todo vuelve a la normalidad. Me da a mí que esto no lo entienden ni en la China Popular...¿O sí? y lo más gracioso es que alguno podría contestar a esta pregunta...