martes, 23 de agosto de 2016

El ascensor

"Vísteme despacio que tengo prisa".

La mayoría de mis 365 días del año transcurren en un bloque de cinco pisos con ascensor y con las paredes de papel. Es un lugar silencioso, porque no hay muchos vecinos y los que hay, como la de arriba o la de al lado, viven solas y pasan buena parte del día corriendo el tacón.

Sin embargo, hay un rasgo común de todos los vecinos que somos y que demuestra cada día el botón del ascensor. Entre apuntes, sé cuando llega la hora de terminar o empezar el día, porque este botón emite un sonoro "pi", cuando lo pulsan. Solo es un "pi", no hace daño a nadie, un "pi" que marca el principio del día camino de la calle o del garaje, o el final del día, camino del hogar. 

Lo que sí es molesto es el automáticamente posterior "pi, pi, pi, pi", que todos solemos pulsar, de forma repetida, en el botón de abrir o cerrar puerta del ascensor, (algo así: >I< ; o así: <I>), para que la puerta del ascensor se abra o se cierre instantáneamente en cuanto éste parte o llega a su destino.

Quizá haya sido el ritmo relajante del verano o la rebeldía que asoma de vez en cuando al carácter humano, pero he dejado de pulsar incansable al botón de abrir o cerrar puertas. El ascensor también tiene derecho a tomarse su tiempo, como todos.


lunes, 21 de marzo de 2016

Cavilaciones de un lunes por la mañana

"Si miras lejos, no ves el paso inmediato y tropiezas. Hay que ir despacio, que no lento..." C.S.

No era extraño que el miedo se apoderase de ellos. Contrariamente a lo que suele pensarse, no es un sentimiento muy humano, más bien es una característica animal. Igual que lo es dejar que te coma, con patatas fritas bañadas en ketchup... o tener la capacidad de superarlo.

Constantemente a las puertas, sin percatarse del camino. Constantemente andando sin darte cuenta de los pasos. Hace poco leí que "andando se llega a China", aunque ahora te parezca un reto imposible. ¿Por qué no a todo el mundo le gusta la montaña? Sin ese primer paso no hay cima. 

Arriba o abajo. Caer o conseguirlo. ¿Qué hay de la mitad? ¿Qué pasa con lo que hay entre ese arriba y abajo? ¿Entre caer y conseguirlo? Ese proceso sí que es humano, porque ahí arriba o abajo no estamos todos. Todos no caemos, pero todos no lo conseguimos. Sin embargo, todos estamos entre medias. Pero alguien nos enseñó desde bien pequeños a distinguir entre los extremos, a tenerlos bien diferenciaditos y hartamente presentes...sin percatarnos del camino, olvidándonos de Ítaca. Y de que la vida es precisamente eso: un proceso.

Fracasar no es dar un paso atrás. Fracasar es quizá dar un paso a un lado, o al otro... hacia otra dirección. Andamos, los años que guardamos en la mochila nos lo recuerdan. Ni el trabajo más exitoso, ni el rechazo que más duela significan un fin, un "lo he conseguido", un "no he podido...". Porque, ¿quién quiere llegar a China? Todos, aunque te mientan, absolutamente todos... solo que andando, igual se quedan en los Alpes, contemplando la belleza de lo que les rodea. Igual, nunca empiezan a andar, porque cada paso es menos interesante que lo que contemplas sentado desde ese banco de tu ciudad. ¿Quién nos metió en la cabeza que Argentina está en el hemisferio sur o que California está en la Costa Oeste de los Estados Unidos? ¿Al oeste de que parte de nuestro espacio infinito?

En fin... cavilaciones de un lunes por la mañana para que no se me olvide escribir.


martes, 23 de febrero de 2016

Las barreras de los grandes

"(...)Resolved lo que queráis, pero afrontando la responsabilidad de dar entrada a esa mitad de género humano en política, para que la política sea cosa de dos, porque solo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar; las demás las hacemos todos en común, y no podéis venir aquí vosotros a legislar, a votar impuestos, a dictar deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la mujer y sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras". Clara Campoamor. El voto femenino y yo.

(...) y volver a traducir del español a otro idioma, algo a la vez tan difícil y auto sorprendente por lo que la propia capacidad intelectual de una puede llegar a crear.

Tengo miedo, pero intento racionalizarlo, leyendo la biografía de la esposa de Stephen Hawcking, que tuvo que hacerse cargo de las dificultades que le ponían al paso la enfermedad de su marido, su propia carrera como investigadora, traductora y estudiosa de la literatura española y francesa, y el cuidado de dos niños pequeños, en esos primeros años de su matrimonio. Y su perseverancia y calma me insuflan fuerzas, a la vez que lo hacen otras mujeres que considero también importantes en mi camino, por esta tranquilidad de la que hacen gala y que tanto ansío para mí.

Hoy, la casualidad de hojear la prensa matutina me ha llevado a las olvidadas de la Generación del 27, en una noticia que caracteriza esta generación como una “neutro” de intelectuales, literatos, pensadores, etc. La mujer siempre relegada a un segundo plano. Y esto ha hecho que indague aún más sobre algunos autores que sufrieron calamidades con el comienzo de la Guerra Civil, que asoló nuestro país en los años 30 del siglo pasado. Evidentemente, el ejemplo más significativo fue el de Federico García Lorca, porque murió fusilado quizá en el momento cumbre de su obra. Pero hubo otros, que aunque la muerte no les ha otorgado ese calibre de protagonismo, también sufrieron penurias, en las cárceles (Miguel Hernández murió en una de ellas), o en el exilio, como mi, desde ahora admirada, Clara Campoamor, que logró el sufragio universal femenino en nuestro país; aunque una medida tan liberalizadora significase el ascenso de la derecha en las urnas, ya que la mujer que ejercía el voto por aquel entonces era mayoritariamente conservadora. Contradicciones.

Clara Campoamor tuvo que dejar los estudios a una muy temprana edad, para ayudar en la economía familiar tras la muerte de su padre. Pero, incansable de saber, acabó sacándose el Bachiller y la carrera de Derecho, que finalizó con 36 años. Y llegó a trabajar como traductora y oradora en Buenos Aires, tras su exilio, y, más tarde, como abogada en Suiza.


E instruyéndome sobre estas mujeres es como consigo que las barreras que me encargo a veces de construir a mi alrededor adquieran la resistencia de materiales ligeros, que suponen su caída con el más leve de los suspiros.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Los pasos

"Que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol" Mario Benedetti

[...]Es un comienzo, aunque el camino no es recto, a veces me paro y me siento en una piedra a descansar; a veces, más tiempo del que me gustaría; o doy patadas al suelo porque me he perdido. Y es que, este camino no está señalado, no hay ningún sendero en el suelo, solo se hace poniendo un pie tras otro… constantemente.

martes, 9 de febrero de 2016

De cómo deberían ser más a menudo los días

"Aquellos que eran vistos bailando eran considerados locos por quienes no podían escuchar la música", Nietzsche.

Déjame que grite cada vez que pierdo a las cartas, que grite como si fuera un niño pequeño que no sabe perder, porque es la primera vez que juega. 

Déjame que baile retándote a ver si puedes igualar los movimientos de mi cuerpo al son de la música y que me sorprendas con algo mucho mejor, que me haga seguir bailando como si no hubiera un mañana.

Déjame que desayune espaguetis con tomate y que me sepan mejor que un café con tostadas, a pesar de ser las siete de la mañana.

Déjame que te cuente mis miedos sin miedo.

Déjame cantar a grito pelado por la calle y que la afonía me dure dos días, para que cada vez que abra la boca, me salga una sonrisa al recordar ese momento de locura.

Déjame quedarme dormida en el sofá y que un gato guarde mis sueños, que venga a arañarme despacito por la mañana, porque el sol hace ya tiempo que salió.

Déjame recordar cómo era reírse a carcajadas...con solo una mirada.

Déjame hacerte llorar, para poder limpiarte las lágrimas mientras hago esfuerzos por tragarme las mías.

Déjame vivir más fines de semana así.

martes, 19 de enero de 2016

Las necesarias divisiones de un objetivo a largo plazo

"Caminante, no hay camino, se hace camino al andar". Antonio Machado

Siempre fui impaciente. No sé si el hecho de que mi madre y mi abuela también lo sean tiene algo que ver. Pero necesito ver resultados tangibles, reales y que lo que estoy haciendo en cada momento sirva para algo o tenga algún significado. Por eso, erróneamente, he creído toda la vida en las señales, hasta el punto de autoengañarme con absurdeces del tipo: “si esta persona aprueba la oposición, significa que yo también lo haré”, por poner uno de los ejemplos más recientes.

Otras veces soy más reflexiva, parte de padre, pero nunca dejo de ser impulsiva. Recuerdo cuando uno de mis profesores del Máster me comentó que aún no estaba admitida en dicho Máster, me dije a mí misma que lo iba a estar, ¡vaya que si lo iba a estar! Supongo que ese empeño emocional que hace aparición de vez en cuando, me empuja a seguir haciendo cosas. Aunque, a veces, también aparece en el mal sentido para engañarme a mí misma sobre lo incapaz que puedo llegar a ser.

Hay algo de lo que me he dado cuenta en este proceso de la oposición y ha sido de mi impaciencia. También es cierto que me está ayudando a intentar controlarla, y a otras muchas cosas, como aprender técnicas de relajación o de parada de pensamiento, a no ser tan dura conmigo misma y a descubrir lo que me hace seguir.

Precisamente los objetivos a “corto plazo” me sirven para ello. Hoy he estado haciendo cuentas con el calendario y el temario, y puede que acabe la primera vuelta en, más o menos, 6 meses. Algo que para mí parecía no tener fin hace semanas, puede convertirse en una realidad en junio o julio. Y me ha hecho sentirme inmensamente feliz y también agradecida conmigo misma, porque veo que mis esfuerzos van dando resultado.

Justo ayer, mi marido me comentó que, en la industria del videojuego, han ido perfeccionándolos hasta el punto de que no solo lo que vale es la recompensa final, sino que también aparecen pequeños logros por el camino, como “una estrella”, “un nuevo arma”, “alguien que te acompaña”, etc., según sus propias palabras. Esta charla no ha podido venir en mejor momento, porque darse una vuelta al temario quizá sea insignificantemente grandioso, y ver posibles que pueden cumplirse me ayuda.


Me estoy dando cuenta de lo mucho que depende la oposición de mí al escribir estas palabras. De mis horas de estudio, de mi estado de ánimo, de mi fuerza de voluntad o de mi constancia. Ahora que estoy metida en este mundillo, puedo afirmar que la parte más dura de las oposiciones eres tu mismo.

jueves, 14 de enero de 2016

La perfección de la imperfección

"Mira el terreno hacia la cima de esa montaña. Es inestable, plagado de desniveles, de piedras, unas más grandes y otras más pequeñas, de árboles y de arbustos, de colores y formas. Es imperfectamente perfecto". 

Tiene gracia en que no soy la única que ha tenido crisis existenciales. Miro a mi alrededor y encuentro numerosos ejemplos, conocidos personal o virtualmente, que también han pasado o están pasando este tipo de baches. Quizá pueda aludirse al dicho de “mal de muchos, consuelo de tontos”, pero prefiero, (elecciones, de eso se trata), tomármelo como una característica intrínseca de nuestra condición humana.

Todos dudamos. No somos egoístas, por lo que mis miedos, agobios, preocupaciones y resto de sentimientos que a veces me acompañan, también son compañeros de muchas más personas de las que creemos. Y el que diga lo contrario miente. Solo que, quizá por educación, estamos acostumbrados al “todo va bien”. O quizá haya personas que prefieren centrarse en el lado positivo de todo. Aunque ese positivismo me parece idealista e irreal, porque las dudas no tienen porqué ser negativas, sino que dependiendo de nuestra percepción de las mismas, pueden ayudarnos a crecer e incluso a que los de nuestro alrededor también lo hagan. Esto mismo es lo que me ha pasado en los últimos meses cuando he quedado con amigos y nos ha dado tiempo a compartir algo más que un café. Me he encontrado con una que ha llegado a tomar antidepresivos, con otra que había vuelto a terapia con su psicóloga, con otra que también ha comenzado a visitar a este especialista, con otro que califica este año como “de mierda” y con otra que dice que ha perdido la ilusión. Y, después de esas charlas, hemos comentado lo a gusto que nos hemos sentido en ese momento que hemos compartido desnudez.

No hablo de compartir desgracias, hacerlas colectivas y recrearse juntos hasta el punto de ponerse de acuerdo para programar un suicidio colectivo, no. Porque de eso también he tenido. Gente que se queja siempre, constantemente y que no hace falta pararse con ellos a tomarse un café, porque es descolgar el teléfono y ya sabes la monotonía que te espera al otro lado del aparato. Esa clase de gente que, en vez de decir “todo va bien”, están acostumbrados al “todo es una mierda”.


Aunque también me asustan los que lo tienen claro todo y en ningún momento muestran un ápice de duda, de dejar algo a la suerte, de un “quizá…”. También hay de esos y suelen ser de los que más huyo, porque sus argumentos son tan endebles que, cuando hablan, parece que se están explicando y tratando de convencerse a sí mismos. Como robots y no como personas, cuya existencia está marcada por esta incertidumbre omnipresente, que ni ellos mismos  son capaces de llegar a controlar, a pesar de sus intentos de anotarlo, anudarlo e idearlo todo a la perfección. Porque la perfección es la imperfección.

lunes, 11 de enero de 2016

Percepciones: impresiones que nos comunican nuestros sentidos

"La felicidad no es hacer lo que uno quiere. Es querer lo que uno hace". El que más me dice que escriba y un grande: mi tío Nan.

[...]

Todo estaba dentro y afloraba en cómo veía lo que me rodeaba. Todo el problema era yo y la solución la he encontrado en mí. Las circunstancias que viví en 2015 consiguieron que fuese una extraña y los últimos acontecimientos que he experimentado a final de ese año y en éste que empezamos han hecho que vuelva a encontrarme. O, al menos, que vuelva a encaminarme. Pero no me gusta hablar de circunstancias y acontecimientos, sino del modo que escogemos para afrontarlos o, como últimamente me gusta decir, vivirlos.

[...]

Y mientras llego al final de este capítulo, suene irreal o no, ha salido el sol. Pero aún hay nubes en el cielo, tan necesarias en algunos momentos, para dar sombra, para quitar el calor, para crear sonrisas con copos de nieve y para cagarse en ellas cuando te has olvidado el paraguas, o alegrarte porque te has ganado una ducha calentita en cuanto abras la puerta de casa. Percepciones. La vida… suele ser parecida.

martes, 5 de enero de 2016

2016: una semilla, un árbol, un bosque

"Ningún mar en calma hizo experto a un marinero"

Un nuevo año siempre suele dar comienzo a cosas nuevas. Propósitos, pensamientos, planteamientos… de todo, vamos. Una vez escuché decir a una persona que deseaba que el año terminase y se fuese ya, con todas sus fuerzas, porque había sido desastroso para ella. Desde que lo escuché, renegué de esos pensamientos y esas afirmaciones absolutas de las que tanto huyo, porque aunque haya habido momentos malos… hay que tratar de sacar lo bueno, aunque esto solo sea el aprendizaje que puedes extraer de ti mismo en esas adversas circunstancias.


Pero este final de año 2015 ha sido diferente. Yo misma era esa persona que estaba deseando acabar el año y dar la bienvenida a uno nuevo, como si éste fuera a solucionar mis circunstancias. Hoy, a cinco días de que haya comenzado el año, me doy cuenta de lo acertada que estaba cuando pensaba que esa chica se equivocaba en desear que el año acabase. 

Porque 2016 no ha empezado muy bien que digamos y lo malo no se quedó en 2015. Lo malo y lo bueno son circunstancias que nos acompañan y que tenemos que aprender a barajar o, como dice aquel dicho, “a bailar bajo la lluvia”. 

Este comienzo de año de año también ha tenido sus cosas buenas, pero no voy a empezar con la chorrada de “me quedo con lo bueno”, porque no me lo creo ni yo. Me voy a quedar con la vida. Con sus cosas malas y sus cosas buenas, y con esa madurez a la que parece que estoy llegando en el año que cumplo 30. Pero, vamos, que no es la edad. Porque después de los últimos acontecimientos, supongo que si cumpliese 29 este año, me sentiría igual.