jueves, 1 de marzo de 2012

Costumbres

Podría ser que no me pintara los labios. Y que tu no tuvieras que afeitarte, al menos, dos veces por semana. Pudiera ser que me rapase el pelo y que tu te lo dejaras largo sin que fuese un inconveniente a la hora de ir a trabajar. Hasta los hombros. O hasta el culo, hasta donde te diese la gana. ¿Por qué tengo que darte dos besos, si ni siquiera me apetece mirarte a los ojos? Y subir por las escaleras mecánicas del metro, teniendo dos piernas en perfecto estado para trotar hasta la superficie. Y no sacar tiempo para escribir, que es lo que más me gusta del mundo. Sin embargo, la vida se me pasa...mientras me echo colonia cada mañana. Pero no puedo irme a vivir al campo y subir cada mañana a lo más alto de la montaña más alta para gritarle buenos días al mundo entero. Se lo tengo que decir por WhatsApp y tratar de callarme para no mandar a más de uno a la mierda. Eso debe ser perjudicial para la salud. E ir al otro lado andando, sin respirar el humo de tu mercedes, que para que te enteres, simplemente es un medio de transporte que sirve para llevarte de un sitio a otro. Tranquilo, Opel Corsa que vienes detrás, tu seguro que también llegarás. Tener amarrado el tiempo a la muñeca, pero no a las horas de luz solar...que este sábado me he dado cuenta de que anochece ya en torno a las 19h. Déjame pensar, déjame que no me acostumbre... a echarte monedas en el cestillo. Y todavía ésa la puedo perdonar. ¿Sacrificios? Poner buena cara, tacones, corbata, una firma en un papel y seré tuya siempre... ¿Por qué? "Porque son costumbres, Myriam hija" y así, una vez más, mi padre me sacó de mi ensimismamiento.