jueves, 3 de noviembre de 2011

Una sonrisa con ojos verdes

"Como siempre: Lo urgente no deja tiempo para lo importante". Mafalda. Quino

Ella sonreía sin cesar. Daba igual que lloviera dentro o fuera de casa. Se fijaba en los detalles. Se dejaba querer.

Doña Carmen la veía todas las mañanas cuando cogía el 22 en la Plaza de Aristóteles. Mientras ella no hacía más que sonreír, incluso a las baldosas de la calle... Doña Carmen venía de dar el desayuno a su marido, en estado vegetal desde el accidente de aquel 25 de agosto... Y no podía evitar envidiarla. Envidiar su sonrisa sincera y sus inocentes ojos verdes. ¡Cuántas veces deseó que le pasara algo malo a aquella muchacha!  

Julia estaba harta del borracho de su hijo, que le robaba dinero cada mañana, antes de que ella se hubiese despertado. Y también estaba harta de esa chica, que sonreía al son de los auriculares que tenía enganchados a las orejas desde las 8 de la mañana... la hora que se cruzaba con ella en la esquina del comercio de lotería. "¡Dichosa chavala!", pensaba con sarna y sarcasmo a las 08:00:01 horas...



Pedro la veía por la ventana. Jamás le quiso. Y aún así, tenía que aguantar verla sonreír así... Cada tarde cuando volvía del trabajo y él, aún en el bar... intentaba echar el cierre a todos aquellos ansiosos de una caña más, de una palabra más, de una excusa más para no volver a casa,...

Y un día dejó de sonreír. Y dijeron los médicos que el marido de Carmen estaba curándose milagrosamente de aquel estado vegetal. Y el hijo de Julia ponía un pie, por su propia voluntad (dijo su madre) en el Centro de Ayuda al Drogodependiente (CAD). Y Pedro se cruzó con los ojos marrones de Mamen al otro lado de la barra...y un marrón siempre fue más fuerte que un verde.

Dicen que, fue por aquellos días, cuando también ella dejó de sonreír...

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