miércoles, 27 de noviembre de 2013

Dale una oportunidad

"Creo que la mayoría de la gente se pierde eso de ti. Y yo les observo, preguntándome, cómo pueden verte cada día y no captar que acaban de conocer a la mujer más maravillosa que existe. Y el hecho de que yo sí lo capte, me hace sentir bien... conmigo mismo". Mejor Imposible

No podía dejar de pensar que ese pelo tieso era algo que le hacía más humano. A pesar de sus groserías y de sus malos modos, especialmente con sus subordinados. Esa mirada tan dura, que intimidaba al juntarse con tus ojos, era una máscara a la inseguridad que asomaba por cada uno de sus poros. 

Su taconeo fuerte y continuo, marcado por zapatos de tacón alto, (un escalón por encima de la inferioridad que afloraba en los momentos cumbre); quería irradiar fortaleza a todas las mujeres que suspiraban, enrojecidas de de envidia, a cada uno de sus pasos. 

Una hilera de dientes blancos, perfectamente colocados en su gran boca, era su mejor carta de visita. Pero no tenía ni idea del idioma en el que hablaban aquellas personas, a pesar de que se expresaran en su misma lengua. Solamente la sonrisa era la que parecía saber qué decir a cada momento; por lo que, efectivamente, era incapaz de despegarse de ella.

Si te fijas bien, puedes ver detalles en cada persona que pasa a tu lado. Y no, no me estoy refiriendo a un análisis exhaustivo tipo película Amélie. Pero, tienes que aprender a mirar. ¡Qué curioso! cuando acabó la etapa universitaria, dijiste que jamás estudiarías alguna materia más... sin embargo, no sabías que los aprendizajes más importantes no estaban entre las hojas de apuntes. 

Descubre los calcetines a rallas azules, naranjas y verdes del desconocido que se sienta en el primer asiento del autobús, porque le gusta esa soledad independiente al resto de viajeros, justo al salir de trabajar. 

Fíjate en la risa estruendosa de ese amigo de no hace tantos años, a cualquier comentario que alguien del grupo haga; mientras sus ojos achinados, siempre miran hacia abajo y sus manos van instintivamente a sujetarse el estómago, para exagerar, si cabe, el disfrute del momento. 

Banalidades, lo sé, pero imagina. La forma de teclear de la señora que está a punto de darte el papel que necesitas para solicitar cierta gestión, mientras frunce el entrecejo con esa pequeña arruga, más característica ya que una simple sonrisa en su rostro. 

Observa cómo se toca la nariz un miembro de tu familia, asaltado por el picor del bigote que seguramente se recorta cada mañana.

Observa, descubre, imagina y... ten cuidado, porque tu también eres víctima de ello.



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