miércoles, 7 de septiembre de 2011

Mi Madrid

"Yo estaba en el medio:
giraban las otras en corro,
y yo era el centro.
Ya el corro se rompe,
ya se hacen Estado los pueblos,
Y aquí de vacío girando
sola me quedo.
Cada cual quiere ser cada una:
no voy a ser menos:
¡Madrid, uno, libre, redondo,
autónomo, entero!
Mire el sujeto
las vueltas que da el mundo
para estarse quieto" Himno nacional de Madrid (dicen) del filosófo, poeta, filologo y dramaturgo Agustín García Calvo.

" Cuando llegues a Madrid, chulona mía
voy a hacerte emperatriz de Lavapies;
y alfombrarte con claveles la Gran Vía,
y a bañarte con vinillo de Jerez". Agustín lara, compositor mexicano

"Los pájaros visitan al psiquiatra,
las estrellas se olvidan de salir,
la muerte viaja en ambulancias blancas,
pongamos que hablo de Madrid
". Joaquín Sabina, cantautor.



   A veces parece que se muere. Como, por ejemplo, en O´ Donnell. Donde no hay más que coches que le dicen "hola" y "adiós", como si fuera un conocido que te encuentras por la calle. O, también, en Pacífico. Los coches son sustituidos por trenes, que pasan de largo, veloces, raudos, con prisa... como hacen algunos viandantes en los pasos de peatones de la Gran Vía. Y allí, en Pacífico, no hay semáforos que le obligan a los trenes a detenerse, como les ocurre a los coches que ruedan por O´ Donnell, simplemente están las vías ferroviarias, enjauladas por una alambrada y respaldadas por unos columpios en los que no suele haber niños, por lo que la relación con Madrid, en esta parte de la ciudad, es aún más fría que si con un desconocido se tratase. Como alguien con quien te cruzas por la calle y ni siquiera tu mirada es capaz de concederle un segundo de importancia.

  Pero, lo que me gusta de Madrid es que de repente renace. Y tal y como parece que se acaba en O´ Donnell o Pacífico, llegan entonces Manuel Becerra y Atocha. Y un cruce de calles en la plaza de este primer lugar, y un tumulto de pasajeros en el segundo. Y de Manuel Becerra pasas a encontrarte con Goya y sus tiendas y muchas conversaciones de todos los que hacen el mismo o el inverso trayecto que haces tú, y sigues andando, una heladería ("¿Por qué no?, aún hace bueno"), y Colón y ver los coches pasar, mientras detrás de tu cabeza, que tan atenta está a que el cucurucho de fresa no te gotee en las zapatillas, chicos de unos 17 dulces años, trotan la plaza en sus patines último modelo.



  Y en Atocha también te dan de comer. En vez de helados, te encuentras con una churrería que allí lleva toda la vida, esperando a los clientes que parecen no llegar nunca, pero que, se conoce, suelen pasarse de vez en cuando, ya que mientras te alejas buscando el buen llamado parque del Retiro, a unos 50 pasos al frente, sigue oliendo a fritanga de churro desde hace ya unos cuantos años. Y entras de lleno en el pulmón de Madrid y sientes que algo te cautiva.

No sé por qué, pero yo también he dicho alguna vez... "Mi Madrid".

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