jueves, 1 de septiembre de 2011

Septiembre

"Jordania. 1970. Conflicto civil entre la OLP (Organización para la Liberación de Palestina y el Rey Hussein de Jordania.
Nueva York. 2001. El día 11 de este mes, las Torres Gemelas se derrumban, tras el impacto de dos aviones de pasajeros, secuestrados por terroristas suicidas.
México. 1810. Durante la noche del día 15, el cura Hidalgo llamó a la rebelión contra el régimen virreinal.
España. 2008. Calendario de exámenes: Historia Antigua I , lunes 1(9:30); Historia de América Moderna, jueves 11 (...)" Google


Siempre me gustó este mes. Es el mes en el que volvía al colegio, al instituto y, más tarde, a la universidad... y significaba reencuentros. Con amigos, con la tienda de abajo de tu casa, con las primeras hojas del otoño y las chaquetas finas, que volvían a tu armario, tras haberles dado un descanso por vacaciones.


Volvías moreno, pero moreno serrano, no moreno playero, ya que tus abuelos eran de un pueblo cercano a la provincia de Soria y solías tirarte allí los tres meses haciendo excursiones en bicicleta, nadando en lagos helados hasta en agosto y jugando al bote hasta la una de la madrugada... ¡Qué tarde te parecía aquella hora! Y años después, las salidas nocturnas se alargaban hasta las primeras horas del día siguiente, pero entonces habías cambiado el bote-bolero por los botellones bajo la luz de las estrellas o las fiestas de los pueblos más cercanos, en los que os tocaba volver andando a toda la pandilla... Pero siempre, al llegar primeros de septiembre el mismo ritual: lloros, "Escríbeme, capullo/a", paseos solitarios para despedirte de los pinos y de aquel cielo tan azul y la última tormentita del verano, que hacía que el pueblo volviese a la normalidad, con la bajada de las temperaturas entre tres y seis grados.



Y aún hoy, le sigue gustando septiembre. Sino, no habría ido a pasear tranquilamente esta mañana... sin ponerse los auriculares y machacarse los oídos por la canción del momento, sino que había escuchado los motores de los primeros coches que volvían a la capital después del verano, no muchos aún. Y no se habría parado a mirar las hojas marrones que ya colgaban de los árboles, ansiosas por caer al suelo y bailar al son del viento... Ni se habría sentado a leer en el Retiro, para sentir simplemente cómo la piel se le iba poniendo de gallina con los primeros vientos de este mes... Y no habría sonreído.

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